miércoles, 20 de mayo de 2015

EL HOMBRE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO


Introducción al tema

A lo largo de toda la historia del hombre podemos apreciar que siempre buscó encontrarse consigo  mismo y con Dios.  No obstante, la revelación cristiana nos dice que el hombre, en su realidad compuesta de corporiedad y espiritualidad, es decir alma y cuerpo, y en su dualidad hombre-mujer ha sido creado por el amor infinito de Dios Padre. No porque Dios necesitara del hombre, sino por el contrario, quería compartir con él su vida divina, su vida de comunión, de amistad y de amor. 
El Antiguo Testamento se sirve de diversos apelativos para designar al hombre, como son los siguiente:  Basar, nefesh, ruah y leb. 
Basar: significa carne, es decir materia con que está hecho el hombre, por consiguiente, él  se considera como un ser caduco, limitado.   En el Antiguo Testamento también se usa la palabra carne para referirse a la debilidad natural del ser humano, no en el sentido moral, sino en cuanto su cuerpo es frágil, en lo anatómico y fisiológico,  tiene necesidades básicas que satisfacer para vivir, de lo contrario perecerá. Así que podemos definir la carne, en este sentido negativo, como la parte terrenal del hombre, que lo vincula estrechamente con la situación caída de la creación, que lo aleja de Dios y lo arrastra hacia lo puramente terreno, material, en lugar del servicio a Dios.
Nefesh: Significa la psique, en su vida concreta con sus percepciones, deseos, sentimientos, emociones, entre otros. La primera vez que se usa nefesh en el Antiguo Testamento es en Génesis 2: 7, en donde algunas versiones la traducen por "alma viviente" y otras por "ser viviente". En ese versículo se explica que la unión del cuerpo formado del polvo de la tierra con el aliento de vida que Dios le dio formó un "alma" o un "ser" viviente.
Ruah: Significa el soplo, espíritu, se emplea para indicar al hombre en sentido vital, potente y dinámico. Es un término opuesto a la debilidad del hombre. Es el soplo de Dios para dar vida al hombre.  
Leb: Designa al hombre como ser pensante, el corazón es el mundo de pensamientos donde se toman decisiones, hombre con emociones y razón. También es importante el término corazón (leb, lebab); es el núcleo de la existencia humana, referido a la dimensión interior, religiosa y moral. Del corazón nacen el pecado, el amor, como respuesta a la iniciativa de Dios.
Naturalmente, el hombre es criatura de Dios, es independiente y está necesitado de él. No obstante, vive limitado, por su condición antropológica, aunque sabe que tiene un alma inmortal, pero debe afrontar el gran paso de la muerte a la vida. El hombre como imagen y semejanza de Dios indica que hay una especial vinculación entre Dios y el hombre, el hombre es cercano a Dios, es su representante ante las demás criaturas que somete y domina por esa semejanza con la divinidad. 
 El Antiguo Testamento considera también al hombre en su dimensión social, como perteneciente al pueblo elegido. Sin embargo, la cuestión decisiva para el conocimiento del hombre como pueblo y como individuo es su relación con Dios. La fidelidad del Dios viviente asegura a los justos no sólo los bienes temporales, sino sobre todo la salvación definitiva de la caducidad y de la muerte.  
(Los textos están tomados de: www. geocities/ws/cursoteologia/cap/cap0111.html)


Te sugiero ver a continuación los link del tema a tratar

www.youtube.com/watchv=oeiZQjwIHHQ&feature=youtu.be
  (Introducción al tema)

www.youtube.com/watch?v=bnnY5Z-Lg0k&feature=youtu.be   Tema a presentar





Reflexión
PRINCIPIOS DE UNA HUMANIDAD DIGNIFICANTE EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE







     En toda historia de salvación siempre habrá un camino para darle al hombre la dignidad, que de alguna manera necesita para caminar y sentirse acogido desde lo eterno. Hay muchas y diversas formas de dejarse interpelar por Dios desde la actualidad, siendo conscientes que lo único que él busca es que el hombre tome su lugar y se valore tal y como es. No obstante, la historia que marca la vida de un pueblo es el paso de Dios por la vida del hombre. No obstante vivimos en una época fragmentaria, en don prima en la vida del hombre los sentimientos más que la razón, se valora  a la persona desde el tener y el poder; se vive una filosofía de producción, de lo desechable, lo pasajero, lo que no dura. Se diría que es una mentalidad gnóstica, lo que importa es satisfacer los deseos. En el documento de Aparecida mencionan algo muy interesante y significativo sobre la realidad actual del hombre: “La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano. El impacto dominante de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero se han transformado, por encima del valor de la persona, en la norma máxima de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización social. Ante esta realidad, anunciamos, una vez más, el valor supremo de cada hombre y de cada mujer. El Creador, en efecto, al poner todo lo creado al servicio del ser humano, manifiesta la dignidad de la persona humana e invita a respetarla (Cf. Gn 1, 26-30).






Frente a estos estilos de vida que propone la actualidad, el hombre debe buscar siempre la verdad, la verdad de sí mismo; puesto que la felicidad y libertad se encuentran en esa búsqueda constante de sentido, ellas dan dignidad a la vida de cada individuo. 




La mayoría de los acontecimientos por los que pasó el hombre del antiguo testamento le dan dignidad al hombre de hoy, puesto que son en su mayoría de lucha donde alcanzar la meta, será la búsqueda constante del hombre que tiene claro que necesita de su creador, esto hoy en día levanta la vida de tantos que son marginados por muchas cosas que en realidad no deberían ser pie para que todo esto suceda; el hombre ha vivido desde todos los tiempos un camino de búsqueda constante de dignidad, que le impulse a no quedarse anclado en cosas o en hechos pasados que no le ayudan; sino por el contrario lo encaminen a vivir en el amor de hermandad.
Naturalmente se viven momentos complejos y poco significativos en América Latina en donde al hombre no le interesa tanto lo vale como persona, sino lo que tiene y quiere. Tal como dicen los obispos en el documento de Puebla: “Quizá una de las más vistosas debilidades de la civilización actual esté en una inadecuada visión del hombre. La nuestra es, sin duda, la época en que más se ha escrito y hablado sobre el hombre, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Sin embargo, paradójicamente, es también la época de las más hondas angustias del hombre respecto de su identidad y destino, del rebajamiento del hombre a niveles antes insospechados, época de valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes. ¿Cómo se explica esa paradoja? Podemos decir que es la paradoja inexorable del humanismo ateo. Es el drama del hombre amputado de una dimensión esencial de su ser —el Absoluto— y puesto así frente a la peor reducción del mismo ser”.  (Documento Puebla)





 La búsqueda constante de la libertad por los hombres del Antiguo Testamento, es un impulso para el hombre que hoy en día todavía vive la opresión silenciosa, para que busque su libertad y emprenda un nuevo camino, donde lo más importante y eficaz sea su felicidad. Esto es preciso lograrlo dejándose guiar por el Dios que desde siempre ha emprendido un camino con sus elegidos, guiándolos y acompañándolos en el Antiguo Testamento desde la “columna de fuego – o desde la nube”, y hoy en día lo hace por medio de su palabra santificadora que a través de muchos hombres y mujeres del hoy sigue anunciando.

     La dignidad del hombre también es posible desde la obediencia plena a la palabra de Dios y desde la fidelidad a la alianza. Hoy en día también existe una alianza más profunda, pues la que hace Jesucristo en la Cruz, y esta es la que debe impulsar al hombre a caminar por sendas firmes teniendo la plena certeza de que el justo murió para darle vida y vida en abundancia.


jueves, 1 de mayo de 2014

DIGNIDAD HUMANA


La persona humana es alguien digno y valioso, cuando se dice Alguien, no se está hablando de una cosa sino precisamente de una persona que tiene valor. Desde este punto de vista se está frente a una realidad que no es tan fácil de definir, y es la persona humana. En toda la creación de Dios lo más valioso que hay es el ser humano, capaz de comunicarse con su creador y Señor. Se dice que es un ser valioso por el hecho mismo de ser imagen y semejanza de Dios, por ello tiene un valor infinito. Sea cual sea su condición, raza, cultura, creencia tiene la misma dignidad.



Se debe reconocer la imagen de Dios en cada ser humano, es ahí donde está verdaderamente la belleza de creador. Cada rostro humano es el rostro de Cristo. Ver al ser humano es ver a Dios, lo que pasa es que hay que nacer de nuevo para poder entrar en esta perspectiva de la contemplación y admiración por las obras de Dios. Para poder descubrir este rostro humano como criatura divina, se debe conocer a Jesús en los evangelios, el hombre más humano por excelencia. Desde Jesús se entiende a la persona humana y también se valora; pero tal como dice la constitución Gaudium et Spes:  “La dignidad humana requiere que el hombre actúe según la consciencia y libre elección”  (GS17)[1], Dios hizo al hombre libre, dotado de inteligencia, y demás facultades para optar siempre por la vida humana cueste lo que costare. A veces el hombre no se deja guiar por su consciencia y comete los errores más atroces contra la dignidad de la persona, especialmente el atropello a la vida de los desposeídos, de los que no tienen voz, se olvida que está llamado por vocación a glorificar a Dios con su cuerpo y no permita que lo esclavicen las inclinaciones depravadas de su corazón.
La constitución Gaudium et spes: “El que sigue a Cristo, hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre”  (GS 41)[2], Esto quiere decir que quien encuentra a Cristo, crece en humanidad. Solamente en contacto continuo con él,  hace que la persona sea verdaderamente humana.

SALVACIÓN


La salvación es para todo hombre que libremente opte por el reino de los cielos, Jesús murió por muchos, porque él no obliga a nadie a entrar en su reino de verdad y justicia. El evangelio es la salvación para todos los que lo escuchan responsablemente, sea cual sea su credo y condición. Escuchar el evangelio es ponerlo en la práctica de cada día y esto no es nada sencillo porque dice Jesús que la puerta es estrecha y sólo entrarán los que se esfuerzan en entrar por ella en el Reino de los cielos tal como está escrito en San Mateo: “Pero qué angosta es la puerta y qué escabroso el camino que conduce a la salvación y qué pocos son los que la encuentran”[3] Mt. 7, 18

Jesús es bien preciso para afirmar que la salvación no es nada fácil, es todo un camino en donde exige conversión, cambio de mentalidad, ser más semejantes a Jesús de Nazaret. La salvación ante todo es gracia por la fe en Jesucristo Nuestro Señor. Dice el Papa Francisco: “La salvación no se compra ni se vende, es un regalo de Dios”[4]Homilía del 25 de marzo de 2014.
El Señor siempre está en camino para salvar y ablandar el corazón, puesto que solamente quiere un corazón humilde como el de María para hablar con él.

GRACIA





     La gracia es un regalo de Dios para con los hombres sus criaturas predilectas a los que les regala el don de estar siempre acompañados por su Misericordia, para no dejarse vencer por los inconvenientes que le ocurren. La gracia de Dios en la vida humana es el amor infinito que se da de una manera amplia sin reservarse nada para él, es como que Dios vivía en el todo del hombre y que es el don más grande que se puede dar al Amado, no reservase nada donárselo todo.
     Dentro del mundo natural de los hombres, siempre habrá una fuerza que exige sentirse amado y aceptado por su creador, y es allí donde entra a hacer parte fundamental el sacrificio de Cristo en la cruz, que le hace sentirse amado y encontrado por su creador.
     Se podría afirmar que la gracia es la manera con que Dios llega al camino del hombre, para transformarlo y hacerle sentir que siempre van a caminar desde el mejor lugar, puesto que dentro de un mundo donde hay cierta apatía hacia lo sagrado, Dios Creador y Padre Bueno, sigue dando su gracia de una manera desbordante para que sea derramada a todos o mejor a muchos y así tengan la valentía de caminar siempre hacia lo que lo hace nuevo, y le regala una vida siempre libre, entendiendo la libertad como verdadera responsabilidad y compromiso personal del hombre para no actuar de manera inadecuada, por consiguiente la gracia no es sólo una relación con su Yo, sino que el Tú es casi que indispensable para que no sea solo un egocentrismo, se necesita un Hermano, que lleve al hombre a no poseerse ni poseer sino a estar en constante mutualidad con los que le rodean que son los que le ayudan a tener una vida integral.

     El mundo de hoy y de manera particular Colombia necesita que esta gracia de Dios sea derramada de una manera desbordante en el corazón de los hombres, para que sean transformados y deje de lado esa violencia que es una batalla por dominar al otro, con lo que posee de una manera inapropiada, para dejar que Dios llene el corazón de su amor infinito en el corazón finito del hombre, que sólo busca su bienestar haciendo sólo lo que le es fácil, y sacando de lado lo que le sacrifica o lo que no le hace pasar una vida “buena”.
     La gracia de Dios nunca dejará de darse a los hombres puesto que Dios no abandonará nunca la obra de sus manos, sino que le ayudará por todos los medios a que vuelva a él, de una manera consiente aceptando la salvación que le ha dado por medio de su Hijo amado, Jesús al morir en la cruz para que todos obtuvieran para siempre la gracia de Dios, que es la plenitud total del hombre.

PECADO


     Es la constante barrera que el hombre va creando entre él y su creador que no le lleva, sino a no estar en la constante relación con lo que lo hace verdaderamente feliz. El hombre desde su ignorancia siempre está buscando cosas que no le son tan apropiadas, sino que le sacan y le llevan a abandonar eso que no le deja transformarse en lo que verdaderamente debe ser.
     El pecado es el abismo que crea el hombre de manera muchas veces consiente entre él y su creador, que no le deja ser libre sino que lo tiene esclavizado y le hace que siempre este dependiendo de cosas que no le llevan a lo eterno, el pecado es la manera con la que el hombre pierde la verdadera vida y sólo se quede con lo pasajero y así este con la mirada puesta en lo que se acaba y no tiene continuidad en su medio.
     Para el hombre de hoy es muy agradable caminar siempre a lo que no le exige nada y le permite que use su libertad de una manera irresponsable haciendo cosas que le traen satisfacción pasajera pero que a lo largo le dejan unos vacíos que sólo con el perdón y la misericordia de Dios pueden cambiar su vida, siempre y cuando se esté encaminado a cambiar. Pero en esta sociedad podemos afirmar lo que decía Pío XII cuando fue Pontífice de la Santa Iglesia: “El mayor pecado de nuestro tiempo es que los hombres han perdido el sentido del pecado”, y es desde esta perspectiva donde sólo se logran cosas pasajeras que lo hacen poseerse y satisfacer sus necesidades inmediatas dándole sólo apariencia en el mundo y no dejándolo ser él mismo.

     Dios siempre ha sabido que la libertad que le dio al hombre desde el primer momento de la creación, lo llevaría a alejarse de él,  sin embargo no le ata, porque el verdadero Padre siempre deja que los Hijos sean quienes vayan construyendo y transformando su vida de una manera muy precisa, y se puedan  hacer responsables de sus actos. Un ejemplo claro de esto es el Joven Rico del evangelio que se acerca a Jesús buscando conocerlo y vivir de una manera más digna y este le pide que lo siga dejando todo “vendiendo” lo que poseía que no sólo era dinero, sino su propio egocentrismo. Jesús no le impone y es por esto que el Joven como se siente libre es capaz de decir que no va a dejar su vida “cómoda”, para caminar con alguien que no tiene ni siquiera donde recostar su cabeza, en ocasiones este es el pecado que se comete, pero como Dios no lo abandona nunca puesto “que en los momentos más duros de la vida los lleva en sus brazos”, para que todo ese dolor recaiga sobre él como en el momento culmen de la vida de su Hijo en la tierra, que dejando que se fueran los que había escogido se entregó a totalidad en manos de los que no saben juzgar y juzgan según sus propios intereses.
     Para concluir se podría afirmar que el pecado es el único acto que llegado a su más alta gravedad no le permite al Hombre regresar a los brazos de aquel que lo creó para que se haga la fiesta en honor del que se había alejado y que en el momento de su vuelta le ponen las sandalias en los pies, y el anillo en la mano para devolverle la dignidad de hijo que por el bautismo ha recibido en su paso por la tierra.






[1] Constitución Gaudium et Spes 17
[2] Constitución Gaudium et Spes 41
[3] Biblia Latinoamericana Mt. 7, 18
[4] Homilía del Papa Francisco 25 de marzo de 2012

https://www.youtube.com/watch?v=OzpXwELDaM8


miércoles, 13 de noviembre de 2013


Cómo  comprender el Evangelio y la vida hoy.





     Este mensaje está dirigido a un grupo de novicias de la Ciudad de Armenia, Colombia de la Comunidad Siervas de Jesús de la Caridad, conocidas como las hermanas veladoras. Así mismo,  otras hermanas de nuestra congregación podrán encontrar en estas palabras una orientación para servir en la Iglesia. También está abierto para todos aquellos que deseen vivir su fe en Cristo Jesús, a los jóvenes que han perdido el rumbo de la vida, para ellos un mensaje de esperanza y decirles que vale la pena seguir a Jesús de Nazaret, sirviendo a los demás.

     Hermanas novicias, si desean seguir a Cristo más de cerca, imitar su vida y entregarse de todo corazón al servicio de los hermanos que sufren,  hay que vivir el Evangelio y la Vida con pasión, con ganas, con una sonrisa amplia y acogedora, sus vidas jóvenes entregadas por amor al que sufre, porque como decía Alberto Hurtado: "El pobre es cristo", y para nosotras Siervas de Jesús el pobre es el enfermo. Para ello es importante el sentido del que hacer hermenéutico para comprender mejor el Evangelio y la vida Hoy.

     La Sierva de Jesús de la Caridad es una mujer llamada por Dios que vive en una determinada población, en un contexto cultural definido y concreto,  en un momento muy particular de la historia. Una sociedad secularizada, en donde Dios está al margen de la vida del hombre.

     La importancia de la hermenéutica para el Evangelio en este siglo es relevante, pues el interpretar la Biblia con un lenguaje que vaya acorde al contexto cultural del momento va a ayudar que la Palabra de vida, en este caso el Evangelio, se acerque a todos los pueblos, tal como dice el Papa Francisco, a las periferias del corazón, allí donde nadie puede llegar, sino aquella  Sierva de Jesús enamorada de Jesús de Nazaret.

El Evangelio se debe vivir tal como dice el Papa Francisco: “acompañando, comprendiendo, meditando, amando, abrazando a todos especialmente a las personas que se sienten solas y excluidas.” Para vivir con esta propuesta, hay que conocerlo, leerlo, meditarlo, interpretarlo con la luz de la fe y la ayuda del Espíritu Santo, quien es el verdadero intérprete. Conocer las actitudes de Jesús de Nazaret, sus gestos, sus palabras, su modo de vivir, eso que él vivió, en una cultura determinada, podemos nosotros traerlo al presente. Nada fácil, pero creo que los gestos de Jesús no han pasado de moda, pese a los siglos que han transcurrido. 

     No han pasado de moda los gestos de ternura, de misericordia, de bondad, de solidaridad, de humanidad, de compasión. Esto sirve para todos los tiempos. Lo que hace falta es Siervas de Jesús que encarnen en su vida el Evangelio y  después de haberse encontrado con Jesús de Nazaret, prediquen con la vida y las palabras a sus hermanos. Pregúntense muy en serio, de rodillas en el Sagrario, aquella hermosa y cuestionadora pregunta que Alberto Hurtado les propuso a los Jóvenes: ¿qué haría Jesús en mi lugar? Tenemos que conocer a nuestra gente, conocer su cultura, sus creencias, su modo de vivir, para poder transformar sus vidas desde el Evangelio.

     Hoy se hace necesario volver a encarnar en la propia vida, esos gestos de Jesús de Nazaret: misericordia, perdón, ternura, cercanía. Estas actitudes hacen mucha falta en nuestra sociedad. Es urgente cultivar esos sentimientos, ya que vivimos en un mundo apresurado, en donde el otro no me importa. En donde lo más relevante es pasarlo bien, pensando sólo en uno mismo, la fama, el placer, el poder, son las gusanos que nos devoran por dentro, y vivimos en el vacío y el sinsentido. Pensar en el otro se hace difícil, porque estamos llenos de ruidos, de inmundicias, por lo tanto no hay cabida en el corazón para el otro, para el hermano. El hombre de hoy no se cansa de mirarse el ombligo. Volver al Evangelio, significa salir del egoísmo que nos empequeñece, nos hace miopes, mezquinos, incapaces de amar hasta dar la vida como lo hizo Jesús de Nazaret.

     Vamos a la intemperie de la sociedad, pero especialmente a la intemperie del corazón de cada hombre. Contemplemos nuestra sociedad llena de seres humanos al borde del camino, viviendo en condiciones indignas. Nos preguntamos qué podemos hacer por ellos, cómo vivir el Evangelio en esta situación. No podemos ser indiferentes y pasar de largo haciendo rodeos o esquivando la mirada; es necesario afrontar esa realidad que nos duele. Hagamos algo por la vida, que la muerte no nos encuentre vacíos y solos sin haber hecho lo suficiente.

    Se hace difícil socorrer este tipo de pobres, pero no olvidemos que podemos hacer mucho con la oración, desde el lugar en donde estamos, ofreciendo al Padre Eterno todos nuestros sufrimientos, trabajos, alegrías, etc. Por esta gente que vive y que siente en su vida el dolor, la soledad y el abandono. La oración es poderosa, cuando la hacemos con fe, produce muchos frutos. Ir a la intemperie del corazón, eso es orar, consolar, acariciar, amar. No solamente es dar cosas materiales, hay que darnos a  nosotras mismas, poniendo al servicio las actitudes que aprendemos de Jesús en el Evangelio.

     Miremos un ejemplo clave de cómo vivimos el Evangelio hoy las hermanas Siervas de Jesús de la Caridad en la ciudad de Armenia. Somos una comunidad de hermanas dedicadas al cuidado de los enfermos, ellos son nuestros pobres a quienes les anunciamos el Evangelio de Jesús con la vida. Vivimos en comunidad, poniendo todo en común, entregándonos de todo corazón a nuestra familia religiosa, ahí encontramos la fuerza para prodigar nuestra ternura de madres a los enfermos. La oración permanente, la Eucaristía, la  escucha de la palabra, los trabajos sencillos y cotidianos dentro del convento hechos con mucho amor, son la luz que nos orienta al servicio de los demás.


     Todas las noches las hermanas Siervas de Jesús salen a cuidar a sus enfermos en su propio domicilio. Pero una Sierva de Jesús va en busca del que sufre, de la oveja perdida, y se hace esta labor en la noche, porque el trabajo de la Sierva de Jesús es silencioso, abnegado, oculto a los ojos de los hombres, donde solamente es testigo el mismo Jesús que recibe como suyos los servicios brindados al enfermo.

     Una sierva de Jesús, queridas novicias,  interpreta el Evangelio de esta manera, donar su vida en el silencio de la noche en servicio de los enfermos de la ciudad de Armenia, en donde hay tantos hermanos que verdaderamente sufren en su lecho del dolor. Allí contemplarán el rostro de Jesús doliente, mientras todos duermen, hay una luz encendida que alumbra en la noche para que la fe del enfermo no se apague, y también de sus familiares, y esa luz son ustedes que desean dar la vida por sus hermanos. Nada fácil el qué hacer hermenéutico del Evangelio para una Sierva de Jesús, pero se ve la necesidad urgente de interpretar esa palabra de Vida, acompañar, abrazar, guiar, comprender, acariciar, motivar la vida de los cristos sufrientes. Esto es morir noche a noche, esto es dar la vida por los hermanos de Armenia. Hablen del Evangelio, pero con la vida, amen a sus enfermos, vivan esa Palabra, sin cambiar su contenido, interpreten y encarnen en su vida los sentimientos y las actitudes de Jesús. Con la oración de cada día, pero especialmente con la ofrenda de la vida, ofrecida en la Eucaristía junto con el sacrificio de Cristo, para que otros tengan vida y la tengan en abundancia. Toquen el corazón de sus hermanos con su ternura de madres, no tengan miedo de amar a los demás, sólo el amor nos transforma. Dejen en cada familia de Armenia  una parte de su vida por los hermanos. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Jn 15,13.
                                                      M. Esmeria Cabrera
                                                           S. de. J.